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CHARLA: La Familia, Escuela de Virtudes

Updated: Jun 19, 2019


Por ALEJANDRA HALVORSEN

Abril 25, 2019.


Alejandra Halvorsen, master en Familia de la Universidad de Navarra, nos hablo de la importancia que tiene la familia en la educación y formación de los hijos, ellos son el presente y futuro de nuestra sociedad.

LA FAMILIA COMO ESCUELA DE VIRTUDES.

Texto tomado de Schoenstatt Vivo Hits: 2416 - 2579


Parece obvio que la familia sea la primera institución en la que el hombre aprende los valores.

Puesto que el hombre es un ser social por naturaleza, lo normal es que su primer contacto con la sociedad sea la familia, y por lo tanto que de allí capte los valores que se requieren para vivir en sociedad.

Ahora bien. Lo obvio ha dejado paso a las inseguridades más absolutas. Nunca ninguna época ha llegado a cuestionar tanto los valores y los fundamentos de la sociedad como la nuestra. Y al hablar de época me refiero, claro está a la posmodernidad.

Preguntémonos lo siguiente:

¿Qué es la familia? ¿Cómo está compuesta? ¿Hay familia natural? ¿Qué son las virtudes? ¿Hay virtudes naturales? ¿Qué es la naturaleza? O mejor: ¿qué es lo "natural"?

Como verán, resulta dificultoso en los tiempos que corren responder esas preguntas.


"La familia como escuela de virtudes".

¿De qué familia y de qué virtudes hablamos? ¿Las mías, las suyas... las de quién?

Es imposible hablar de familia y de virtudes sin antes hacer una referencia a lo que entendemos hoy por hoy sobre esas palabras y por ello es necesario remontarse a los fundamentos metafísicos para resolver esas cuestiones.


La familia constituye la base fundamental de la sociedad.

Vale decir: allí donde hay un todo social, hay familias que lo conforman. Con lo cual queda establecido el primer principio:

La familia constituye la sociedad y no la sociedad a la familia.

Muchos principios se derivan de éste:

el Estado es posterior a la familia, por lo que debe velar por ella asegurando leyes que la fortalezcan y la enriquezcan de modo tal que sus miembros puedan participar activamente de la vida del estado mismo.

Todos sabemos de la importancia de la familia y de su influencia en el todo social.

No se discute nunca el valor de la familia en sí... lo que discute nuestra época es su constitución, pero no su valía.


"El orden del ser determina el orden del actuar".

Allí tenemos nuestro primer principio metafísico.

Todo lo que yo realice lo voy a realizar de acuerdo a mi constitución más primaria. Es por eso que podemos hablar de una ley natural.

Pero claro. Como dijimos anteriormente, lo obvio ha desaparecido y no podemos dejar nada librado a suposiciones.

Pervierto el orden de lo real, cuando no respeto lo que las cosas son y quiero imponer lo que yo quiero que sean las cosas.

Con un ejemplo sencillo:

si yo quiero comer puré de papas, necesito limitarme a coser papas...

No puedo comer puré de papas si coci manzanas, porque entonces no obtendré puré de papas sino de manzanas.

En el orden metafísico para algo similar.

Si yo quiero realizar determinado acto, me tengo que limitar a lo que mi naturaleza me permite.

Me encantaría volar como los pájaros, pero mi naturaleza no me lo permite, por lo que si quiero volar, probablemente me tenga que tomar un avión o un helicóptero, pero no me puedo tirar de un precipicio para salir planeando con mis brazos, porque probablemente termine mal.

Algo que parece tan elemental hoy se lo cuestiona.

Volvamos a la pregunta: ¿existe la ley natural? ¿Existe "lo dado"?

¿Hay virtudes perennes o más bien cuando hablamos de "valor" y "virtud" lo

hacemos de acuerdo a los valores de la época?

¿Por qué es preciso delimitar tanto las virtudes?

Porque caso contrario corremos el riesgo de tomar como valor algo que no lo es: ¿es un valor la elección del sexo? Nuestra época diría que sí, y que ese valor está enraizado en la libertad.

Si el hombre es libre puede hacer lo que quiera. ¿Lo ven?

Notamos cómo algo que parece absurdo cobra dimensiones tan vitales hoy día.


Entonces ¿qué son las virtudes?

En su etimología, la palabra virtud hace referencia a dos aspectos principales: la naturaleza (carácter distintivo del hombre) y a la facultad de obrar.

Recuerden aquello de que el orden del ser determina el orden del actuar. Porque uno actúa según lo que es. Y este "es" hace referencia a la esencia, a la naturaleza misma.

Las virtudes son naturales pero también adquiridas. Es por ello que la familia juega un rol principal en la transmisión de los valores.

No podemos hablar de virtud, sin hacer referencia a la fuerza que debe tener el hombre para lograrla.


Y se logra con ayuda. De la misma manera que a caminar se aprende caminando, a ser bueno se aprende... haciendo obras buenas.

Pero para realizar obras buenas, el hombre necesita que le vayan mostrando esa línea a veces demasiado sutil que existe entre el bien y el mal.

Para que un niño aprenda los valores en una familia es necesario que sea encaminado hacia esos valores por sus mayores. Si de formar hábitos se trata, por más que las predisposiciones están en la naturaleza si no se las encamina, todo queda en pura potencialidad, sin poder realizarse, sin actualizarse.


La causa ejemplar es fundamental en la ética.

Por ello es que los valores son "tradicionales", vale decir: se "traen" (del latín "tradere") de una generación a otra.

La naturaleza del hombre ya tiene una predisposición que hace que se encamine hacia ese bien ya anhelado.

Algunos lo llaman "conciencia" o "voz interior", pero esto es tema de otro panel. Lo cierto es que está allí en lo más recóndito del hombre.


Ahora bien: ¿cómo llega el hombre a negar entonces que haya valores perennes?

Para responder a esa pregunta, necesitamos hacer una referencia a la posmodernidad y sus supuestos metafísicos.

La posmodernidad es una corriente filosófica que siguiendo con los presupuestos de la modernidad, los lleva a su total cumplimiento y exacerbación.

Si la modernidad proclama la autonomía del sujeto con respecto a Dios y a las leyes naturales (deísmo), valiéndose de la razón como constructora de mundos, la posmodernidad, luego de constatar en el sangriento pasado siglo el precio de esa independencia y del resultado donde lo llevó su excesiva confianza en la razón (pensemos en Auschwitz o en Hiroshima).


La posmodernidad proclama que la realidad es absurda porque el hombre no la puede entender.

Y si no se puede entender, el "entendimiento" carece de sentido en sí mismo.

Las instituciones humanas van perdiendo significación (¿a qué ser o verdad representan si no hay ni ser ni verdad?) y comienza entonces la parodia de esas mismas instituciones.

La parodia de la religión, de la política, de la filosofía, del matrimonio y de la familia.

Y allí donde la familia se transforma en "simulacro" porque nadie cree en ella, no queda en pie ninguna institución.


Porque es en la familia donde se adquiere el hábito del respeto y donde se toma contacto con la autoridad (padre y madre) y luego con la sociedad toda.


Por lo que si hablamos de familia como escuela de virtudes, es porque podemos sustentar a estas virtudes en un principio trascendente.


No es que en nuestra época no haya virtudes, sino que están como locas en un frenesí descontrolado, puesto que las instituciones en las que se suponía debían ser trasmitidas, han caído y perdido credibilidad.

Nada es "dado", todo depende de las corrientes anímicas de la época y del pueblo.


La naturaleza, lo natural, se ha perdido. En el orden metafísico: la negación de la ley natural implica de suyo la afirmación de valores creados por el hombre que no dependen del objeto, sino que son construidas por el sujeto o la sociedad.


Pasamos del plano natural al artificial. Lo que afirmo no es la naturaleza como algo independiente del sujeto, sino que esta "naturaleza" es construída por el hombre. Con esto lo que logramos es la negación de la esencia y con esa negación obtenemos la disolución de todo límite que tiene el ser.

Eliminada la esencia, "lo que es" queda abandonado a todas las posibilidades, es decir, puede ser cualquier cosa, porque las cosas no tienen límites propios.


La actual teoría/ideología del género postula en este punto su fundamento principal: se habla de "deconstruir" los valores tradicionales porque ellos no son otra cosa que "construcciones culturales y epocales y por lo tanto arbitrarias".

No se es más lo que se es, sino lo que se quiere ser.

Es el sujeto quien construye los fundamentos, no quien se adapta a lo creado y a partir de allí actúa utilizando su libertad.

Es evidente que esta corriente filosófica tiene sus consecuencias más cercanas en la realidad familiar.


Las virtudes son hábitos que exigen esfuerzo y constancia, y sólo a través del esfuerzo se pueden alcanzar en alguna medida. Las virtudes, lejos de ser "hombres empequeñecidos", como sostuvo Nietszche, son el fundamento vital de la vida humana.

Lo dice el viejo y querido refrán popular: "Las palabras convencen, los ejemplos arrastran"


No hay cambio social posible sin familias que eduquen con determinación y vocación de servicio en las virtudes.

No hay valores posibles sin padres que vivan preclaramente esos valores que quieren lograr en sus hijos.

"En todos los tiempos han habido debilidades humanas en el matrimonio y en la familia. Pero, no en todos los tiempos se han destruído y confundido los valores matrimoniales como ahora.

Estos tiempos posmodernos no pueden ni deben ser vistos con pesimismo derrotista.

Antes bien, son un camino hacia la reconstrucción de los valores en los cuales se ha fundado toda la cultura occidental. Estos tiempos urgen a las familias a tomar el timón de la historia porque, como decía Kentenich, cada hombre es protagonista de su historia, y no mero espectador.

La crisis de los valores se revierte afirmando los mismos, no atacándolos ni teniendo una postura apologética frente a ellos.

La escuela de virtudes reside en lo vivido diariamente.


Para que las familias sean verdaderamente escuela de virtudes, es preciso buscar esas virtudes y trabajar en el esfuerzo de encarnarlas en cada uno de nosotros.

Porque los valores no encarnados se transforman en ideologías manejadas por el poder de turno.

Y si las familias se afianzan en el orden del ser, nadie podrá contra ellas.


Nuestro tiempo nos urge. Es preciso que le devolvamos al hombre toda su trascendencia. Y esto lo vamos a lograr encarnado los valores. No señalando a los culpables de la tremenda crisis moral.

Porque en definitiva, la sociedad está compuesta por cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros debe hacerse responsable de sus actos y la influencia de los mismos en la sociedad entera.

El hombre nuevo en la nueva comunidad no es un hombre que se deja arrastrar de manera impávida frente al profundo desorden del ser.

Es aquél que asume su responsabilidad en la historia participando activamente desde su lugar propio.

Por ello si luchamos por una sociedad más justa, es en la familia donde debemos empezar la educación en las virtudes.


Charla dada a mujeres que luchan por su dignidad!

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